Mariángeles

Queridísima Mariángeles, no me salen las palabras, me salen las lágrimas al recordarte. Cierro mis ojos y veo los tuyos, verdes, preciosos, y te veo a ti, madre incansable, abrazando a José Luis y a Irene, vuestra hija, tu amiga, tu tesoro. Descansa en paz hermana mía, pues aunque te fuiste muy pronto, tenías todos los deberes hechos, tal como querrían los ángeles que desde tu bautismo te han acompañado en tu precioso nombre. Pierde cuidado Mariángeles porque aún cuando nos veas llorar mucho terminaremos riendo. Contigo eso era inevitable.

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